El sueño de la prosperidad
se levanta cada mañana
cinco minutos antes que tú.
Te espera en la puerta,
bien vestido y perfumado.
Se os ve paseando juntos,
como cualquier pareja;
subiendo a un autobús, saliendo del metro...

Sin embargo –perdona que te lo diga-
ese rollo que os traéis es algo insano.
Después de cada ocaso, tu sueño omnipresente
se acuesta con toda la ciudad.
Yo mismo gocé anoche de sus promesas.

Por si esto fuera poco, te incita
al promiscuo amor de las baladas en inglés,
a las orgías de lobos y corderos, a la carne
diplomáticamente desgarrada.

El sueño de la prosperidad
–siento decírtelo, de verdad-
se fue a la cama con tu padre
y con tu abuela hace unos años.
Es muy viejo para ti. Y te dejará un día,
como siempre,
por alguien más joven.