AUNQUE TARDE, ESCRIBO


He estado ocupado
escapando de tu nombre, huyendo
por las nubes
en los cielos de las bocas
y en papeles de periódico, filtrándome
entre las líneas densas
de la necrológica cultura.

Una vez resuelto esto,
aunque tarde, escribo
para recordarle al aire
que te seguirás llamando por tu nombre
aunque tu ser no pese sobre el suelo.

Porque, aunque sea tarde,
puedo tratar de pagar mi elevada deuda
de la que nunca tú supiste
ni sabrás.

Sin haberme antes presentado,
encantado de haberte conocido,
me despido,
quizá porque tú fuiste educado.

Aunque tarde, escribo
quizá porque tú escribías.
Y siento tu muerte enorme, quizá
porque tú sentías la vida.

Porque dejas aquí, entre otras reliquias,
ciertas marcas inusuales
propias de un corazón bañado en tinta.
Sobrevivirán a la guerra y al hambre
y serán siempre prueba irrefutable
de que el amor existió sobre la tierra.

Porque quedará lo antes citado
y otras hojas blancas
que se teñirán por otras letras
quizá tan inservibles, tan necesarias
como las que nacieron de tu puño, tan amable.

Nosotros, en cualquier caso,
hijos que acunaron tus palabras,
ya huérfanos de tu puño y letra,
quedamos al amparo de esa luz
que nos mostró lo oscuro del camino.

Sabías que la tierra te esperaba
y no soñaste con piedra
de las estatuas inertes.
Exististe,
fuiste alto, limpio, inteligente…
y hoy eres ya poesía, solamente.


A Angel.
Granada, mayo de 2008